“ABUSO Y OLVIDO DE LA MUJER EN PROVINCIA”
Tengo el agrado de
encontrarme con todos ustedes en esta audiencia pública descentralizada que
tiene como principal objetivo tratar la “Violencia Familiar en la Región Lima”,
tema de mucha importancia para todas nosotras y en especial para aquellas
mujeres que no se quedan atrás solo con el problema, sino que buscan combatir
este flagelo de la violencia, como espero que todas ustedes mujeres barranquinas lo hagan también.
Saludo
la presencia de cada una de ustedes en este recinto, porque están demostrando
un compromiso real en la erradicación de este mal llamado “violencia” que a
diario afecta a las familias peruanas, y que causa la muerte de miles mujeres
en todo el mundo.
Debemos de tener presente que la violencia contra la
mujer se da a través de cualquier acción u omisión intencional que la dañe o
pueda dañarla. Aparece como consecuencia de la desigualdad en la que vivimos
nosotras las mujeres, y sobre todo de la jerarquización del hombre sobre la
mujer.
La violencia de rasgo ideológico que se encuentra
arraigada en nuestra sociedad, se ejerce contra la mujer con el único fin de
disciplinarla, perpetuar su supuesta inferioridad y limitar su derecho a
decidir sobre sus bienes, su propio cuerpo y sus planes de vida; y también
porque en muchos casos los hombres consideran a la mujer como un objeto de su
propiedad.
Esta manifestación de poder que ejerce el hombre sobre la
mujer, afecta su salud física, sexual y psicológica. Sin
embargo, la violencia es un problema que muchas veces las mujeres callan y
ocultan. Lo lamentable de ello es que cuando se instituye como práctica
cotidiana en la vida familiar, esta se perpetúa a través de generaciones en la
crianza de nuestros hijos, y éstos la replicaran cuando sean esposos,
convivientes y/o padres.
Ahora bien, la violencia contra la mujer no es la misma
en el ámbito rural que en el ámbito urbano, así como la situación que afronta
la mujer en provincia no es la misma que la mujer de la capital.
En las provincias, encontramos como las principales
causas de violencia al consumo de alcohol y sobretodo al machismo.
Todos
sabemos que el machismo aún predomina en el Perú, especialmente en el
área rural, donde los padres de familia prefieren invertir más en la educación
de sus hijos varones y que en el de las hijas mujeres, puesto que consideran
que los hijos varones tienen mayores oportunidades laborales, en comparación
con las hijas mujeres. Es lamentable que en las familias rurales se relegue la
educación de las hijas, quienes suelen abandonar el colegio para dedicarse al
hogar y, por lo general, son estas niñas quienes se embarazan más
tempranamente, y frustran su futuro. Por suerte ya se están observando algunos
cambies en este tipo de comportamiento y esperemos que en el futuro se
considere la igualdad de derechos que tienen tanto los hijos hombres como las
hijas mujeres.
Otro de los factores pasan por la dependencia emocional y
económica, autoestima baja y porque son mujeres cuyas madres han recibido
maltratos de parte del padre y también por el hecho de no haber recibido la
educación y hecho los estudios que les permitan ser independientes de los
hombres.
Sabemos también, que en el campo las mujeres son un
factor muy importante en las actividades que desarrolla la comunidad para
buscar mejorar sus condiciones, y las vemos participando muy activamente en las
faenas comunales que buscan obtener beneficios como el agua potable,
electrificación, canales, etc.
Llama mucho la atención que las mujeres de Huamanga en
Ayacucho son las que en mayor porcentaje (24%) consideren que la formulación
de la denuncia de violencia dependería de la gravedad del maltrato, es
decir que consideren que no todo hecho de violencia hacia ellas sería
denunciable. ¡Esto realmente es lamentable¡
En cuanto a las percepciones sobre las principales
razones por las cuales las mujeres tolerarían la violencia, llama la atención
los altos porcentajes que en las ciudades de Huamanga (62%) y Pucallpa (63%)
aluden a los hijos; mientras que los motivos económicos (56%), la baja
autoestima (56%) y la esperanza de cambio (31%) son marcadamente más altos en
Lima.
Por
otro lado, la mujer en provincia afronta la problemática de violencia verbal y
física de forma distinta.
Respecto
a la violencia verbal, Endes 2012 indagó sobre
situaciones por las que pasan las mujeres alguna vez unidas (casadas,
convivientes, divorciadas, separadas o viudas) como: si el esposo o compañero
se ponía celoso o molesto si ella conversaba con otro hombre, si él la acusaba
frecuentemente de ser infiel, si le impedía que visite o visiten sus amistades,
si él trataba de limitar las visitas, contactos a su familia, si él insistía
siempre en saber todos los lugares donde ella iba o desconfiaba de ella con el
dinero.
También
se indagó sobre situaciones humillantes (si le había dicho o le ha hecho cosas
para humillarla delante de los demás) y si le había amenazado con hacerle daño
a ella o a alguien cercano o con irse de la casa, quitarle a los hijos o la
ayuda económica.
Resulta
alarmante que este estudio arrojara que en los departamentos de Huancavelica y
Apurímac se presentaron los más altos porcentajes (82,9 y 81,3 por ciento,
respectivamente) de mujeres que alguna vez fueron víctimas de alguna forma de
control por parte del esposo o compañero, como por ejemplo la insistencia en
saber a dónde va la mujer fue mayor en el ámbito rural (54,4%).
Respecto
a la violencia física y sexual por parte del esposo o compañero, como empujones, golpes, patadas, ataques o
amenaza con cuchillo, pistola u otra arma y tener relaciones sexuales sin su
consentimiento o realizar actos sexuales que ella no aprobaba, Endes 2012 ha publicado que
el mayor porcentaje de mujeres que sufrieron este tipo de violencia se
encuentran en las provincias, específicamente con mayor precisión en los
departamentos de Cusco y Apurímac (51,8 y 50,3 por ciento,
respectivamente).
Llaman
la atención, que las razones que aducen las mujeres para no buscar ayuda
o denunciar cuando fueron maltratadas físicamente, la mayoría de ellas señala
“que no era necesario” (38,5 por ciento), “que tenían vergüenza” (17,1 por
ciento), “que tenían o sabían a dónde ir” (13,0 por ciento), “que tenían miedo
a que le pegara de nuevo a ella o a sus hijos (10,3 por ciento), “que no
querían causarle un problema a la persona que le pegó (7,8 por ciento) y “ que
ellas tenían la culpa” (6,1 por ciento); En menor porcentaje respondieron “cosas de la vida” (0,8
por ciento), “miedo al divorcio/separación” (2,6 por ciento) y “de nada sirve”
(2,8 por ciento).
Por
otro lado, es importante mencionar que el mayor porcentaje de las mujeres
agredidas que buscan ayuda en alguna institución se encuentran en el ámbito
urbano (28.4%), siendo las mujeres de las zonas rurales las que se encuentran
más desprotegidas frente a la violencia que se ejerce contra ellas.
Las
mujeres de las zonas urbanas cuentan con algunos servicios de atención y
protección especializada frente a la violencia, pero son las mujeres de las
zonas rurales y de las comunidades andinas y amazónicas las que llevan la peor
parte ya que deben enfrentar la violencia de género con leyes que no
corresponden a la realidad de su comunidad. Más aún, deben vencer las barreras
geográficas y el racismo, comunicarse en una lengua que no es la suya, y sin
tener recursos para movilizarse y mucho menos para contratar una defensa
especializada, en caso que decida denunciar la agresión. Por ello el acceso a
la justicia de las mujeres en provincia no radica solamente en las barreras
anteriormente mencionadas sino también en la existencia de problemas de
discriminación, por el simple hecho de ser mujeres, tanto para el Estado como
para sus propias comunidades.
En el
congreso sabemos de estas deficiencias y estamos trabajando arduamente para que
estas barreras desaparezcan, pero esta lucha no es sólo del legislativo,
sino de toda la población, y sobretodo de todas nosotras las mujeres, quienes
debemos de unir fuerzas y sobretodo informarnos acerca de nuestros derechos y
de los procedimientos para hacerlos valer, porque quien conoce sus
derechos, no los pide, sino ¡los exige¡, de esta forma vamos a poder
hacer que cumplan con nuestros derechos y nos vamos a hacer respetar en
cualquier lugar en el que estemos.
Barranca, 23 de octubre del 2015